miércoles, 7 de octubre de 2015

Tabaco en la historia de México

Cuando los europeos descubrieron América, los indígenas americanos hacían uso del tabaco desde tiempo inmemorial. Sus adivinos y sacerdotes aspiraban el humo por la boca, con auxilio de un largo tubo, para pronosticar los resultados de alguna empresa. Por largo tiempo se le designó con el nombre de "petán", que le daban los naturales de Brasil: Petum latifolium.

Muchos viajeros europeos dan noticias de la costumbre de los nativos de fumar las hojas secas de tabaco y arrolladas, en las Antillas, la Florida, México y Brasil. Los indígenas utilizaban ciertos artilugios en forma de rollo de hojas o unos tubos a manera de pipas. Los nuevos moradores y los visitantes adoptaron así un hábito, que pronto llegó a generalizarse en forma universal.

Las semillas del tabaco fueron llevadas por fray Román Pane a España en 1518, por los portugueses a su madre patria y Japón en 1573, por el nuncio papal Próspero Santacroce Publicóla de Lisboa a Italia y por Walter Raleigh a Inglaterra en 1565. Jean Ni–cot de Villemain, embajador de Francia ante la corte portuguesa, envió en 1560 a la reina madre de su país, Catalina de Medici, esta hierba codiciada, cuyas virtudes medicinales había él comprobado. De este modo el empleo del tabaco se puso de moda en dicho país, gracias al ejemplo que daban la propia reina y el gran prior Francisco de Lorena. Por eso se dieron al vegetal los nombres de Nicotiana, hierba de la reina o hierba del Prior. El nombre botánico (Nicotiana tabacum) y el de su nefasto alcaloide(nicotina) provienen del apellido Nicot.
El uso del tabaco se difundió rápidamente por toda Europa. Baste recordar que los soldados de Carlos V fumaban después de la victoria de Mühlberg en contra de las tropas del elector de Sajonia, Juan Federico (1547). En algunos países, la propagación de la costumbre de fumar se enfrentó a serias dificultades, y los fumadores eran perseguidos o ridiculizados. Sin embargo, pese a todas las medidas constrictivas, el uso del tabaco se incrementó progresivamente hasta constituir su monopolio un manantial de riqueza para los gobiernos de España, Portugal, Inglaterra, etc.
En el México ya independiente –diciembre de 1839– la Sra. Calderón de la Barca, esposa del primer representante diplomático español ante el gobierno de la Repáblica Mexicana, escribió a propósito de una función teatral a la que le tocó asistir: "Fumaba todo el patio, fumaban las galerías, fumaban los palcos, fumaba el apuntador, de cuya concha salía una rizada espiral de humo, que daba a sus profecías un viso de oráculo deifico. La fuerza de la costumbre de fumar no podía ir más lejos". Y al relatar sus impresiones de una tarde en el paseo de Bucareli, se expresa así: "Suelen salir, a veces, espirales de humo de los carruajes –hay que advertirlo–de los más anticuados y de los de alquiler... ".
Había de esperar que, a través de los siglos, iba a imponerse una regla de vida fundamentada en la moderación. Pero, contrariamente a las previsiones optimistas formuladas a su tiempo por el padre Clavijero y la Sra. Calderón de la Barca, con el pasar de los años el uso del tabaco, lejos de menguar, ha ido acentuándose en todas las clases sociales. Añádase a esto que los efectos dañinos del humo sobre el organismo humano ahora están agravados por un sinnámero de agentes contaminantes ambientales. De ahí la alarma general de las autoridades sanitarias frente a la amenaza del tabaquismo y sus consecuencias. El uso del tabaco, que podía considerarse en el pasado como un fenómeno social inevitable, se ha vuelto hoy en día un temible amago para toda la sociedad: tanto para los que lo practican como para los que lo sufren "...et vetabitur semper et retinebitur" (...y siempre se prohibirá y siempre subsistirá).


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